"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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13-05-2010 |
El asesinato de Roque Dalton y las Crónicas entre los Espejos
Alfredo Parada
Pareciera una frase de cliché, y quizá es así, pero encierra una gran verdad, eso de que aquellos que no conocen la historia de su país, no comprenderán su futuro. Y tomo esa frase porque ¿¡Qué haríamos sin los lugares comunes!? La izquierda política salvadoreña, uno de los bandos de la guerra civil clausurada en enero de 1992, se ha ocupado de tal conflicto aún antes de finalizado, de sus antecedentes, sus causas, su desarrollo.
Por lo menos, algunos de sus representantes. Al contrario, los derechistas, la derecha política nacional, espectadora y participante, calla. Sus intelectuales no profundizan en la tragedia. Propaganda nada más. Un articulito por acá, un boletín por allá, un sesudo editorial propagandístico, repetitivo. Nada, más. Si la izquierda va dejando importante documentación pública de su lucha en la guerra, la derecha guarda silencio histórico. Su pensamiento, su documentación no los expone. Las generaciones futuras, esas sí, se enterarán de los extremos de la tragedia.
Un libro valioso por aquello de ser historia salvadoreña
Hoy me refiero a “Crónica entre los espejos”, de Eduardo Sancho o Fermán Cienfuegos, éste su nombre de comandante de la insurgencia. Libro valioso por aquello de ser historia salvadoreña, esto es, latinoamericana tan así si analizamos el acontecer a partir de la segunda mitad del pasado siglo, del Continente que se expresa en castellano y portugués. Algo de remarcar es que Sancho brinda su genealogía y comenta vicisitudes de los actores, dígalo así, de su árbol genealógico. Importantísimo, primero por el ejemplo; segundo, por el temor de algunas gentes de hablar de ellos ni de su genealogía. O, porque la desconocen. Eduardo se adentra en detalles importantes en la vida de sus bisabuelos, abuelos, tíos.
Así surgen las influencias genéticas del autor. Nótase las lógicas, legítimas tendencias políticas contradictorias. Un ejemplo: la bisabuela materna, Carmen Zaldívar, “discute con Mincho, el abuelo, sobre política”. Mincho, o sea, Benjamín Castañeda, el abuelo, defiende el ascenso de Hitler”. La bisabuela Carmen es la primera mujer en ingresar a la Universidad a estudiar Derecho. Sancho continúa con lo sabido: “La oligarquía insensible a la política social, no quiere que asuma el Estado su aportación; sigue ejerciendo el poder con la violencia institucional primitiva” que ya Sancho ha denunciado en el Auditorio de la Facultad de Derecho en 1968.
El autor recuerda que en ese año “los comunistas no entienden el ABC del método marxista...”. El libro da para comentarios extensos. Para otros libros. Traigo a cuento su aspecto del relato: Las circunstancias de la muerte de Roque Dalton, el poeta, el izquierdista, el combatiente. Fermán –Eduardo es poeta, escritor, comandante, es decir, general en la jerarquía guerrillera... y defensor de Dalton en el juicio sumario a que fue sometido por algunos guerrilleros. Ciertamente, Joaquín Villalobos, ex –insurgente, es señalado por algunas publicaciones, diarios, revistas, como el autor directo del asesinato de Dalton. Sancho revela algo más: “No hay justificaciones políticas para su asesinato. Fue un error de la izquierda”. Así lo comentó, tiempo pasado, Sancho, entre otros, con Regis Debray y Jorge Castañeda. Surge otra persona en la absurda muerte del poeta: Alejandro Rivas Mira o Sebastián Urquilla en la guerrilla. Rivas Mira “es el de la responsabilidad individual, no me cabe la menor duda”, conforme el autor. Rivas Mira, entiendo, es uno de los involucrados en el secuestro y asesinato de Ernesto Regalado Dueñas.
Dalton fue detenido en abril del 75, en unión de Pancho, jefe del taller de explosivos, “por faltas en la disciplina militar”. La idea fue de Sebastián Urquilla o Rivas Mira. En rigor Rivas Mira, por sí y ante sí, decidió asesinar a Roque, antes del juicio. Se ve que Rivas Mira es discípulo aventajado de Stalín, supongo. De esta inicial acusación, Rivas Mira se inventa la de insubordinación. Luego, agrega otra acusación, la de perturbar la insurrección. Después acusa a Dalton de ser agente cubano, luego agrega la de miembro de la CIA. ¿Envidioso el Sebastianito? Mientras tanto, Roque ignora la trama diabólica. Cree que se tratará de una detención de dos días. Fermán Cienfuegos es el defensor, pero ante la decisión infame es imposible salvar al poeta. Los acusadores o jueces impiden que Roque se defienda aunque éste lo ha solicitado. La cuestión es que Dalton ya estaba muerto antes de ser acribillado a tiros. Luego, sale del país Rivas Mira y lo sustituye Joaquín Villalobos, ahora becado en Oxford e importante propagandista de la derecha oficial. El viraje del insurgente es de analizar precisamente por su postura actual.
Todo relato histórico precisa analizarlo
En “El Tiempo Latino”, periódico publicado en Washington D.C., en su número del 21 de mayo de 1993, aparece un artículo de Carlos Quirós, escribe sobre la muerte de Dalton. Cita de J. Villalobos, esto: Dalton... “cae en circunstancias del debate ideológico en el seno del movimiento revolucionario, en el que yo creo, que él desajusta de esa situación, no por ser mal sino porque no pertenece a ese marco”. “El Tiempo Latino” agrega: el 13 de abril de 1975 comienza el juicio sumario que el ERP lanza contra Roque, acusándolo de ser miembro de la CIA. También se le acusa de ser agente cubano infiltrado en la organización.
En última instancia fue juzgado por ser agente “independiente del color”. La acusación nunca se probó. Dalton fue fusilado el 10 de mayo de 1975, junto a Pancho, el primer instructor militar táctico, por haberse sumado a la posición de Roque. De la lectura del relato de Fermán deduzco que los autores intelectuales del asesinato del poeta sufrieron el clásico odio o envidia del combatiente al intelectual, escritor, guerrillero. El órgano washingtoniano dice algo que afirma el autor del libro: Fermán Cienfuegos es el defensor frente al triunvirato militar supremo que juzga a Dalton en el que no hay fiscal específico sino un colectivo que llevó las acusaciones.
La decisión fatal fue tomada antes del juicio. Quienes proponen el fusilamiento fueron Sebastián y Vladimir Umaña, tercer jefe del ejército y responsable de las operaciones. Joaquín Villalobos se suma y vota por la muerte de Roque. Fermán se opone con firmeza, y señala a Rivas Mira, Sebastián, como el responsable intelectual y personal de esta decisión política en las condiciones de guerra “y quién debe responder para un descargo de conciencia”. Fermán intenta que escape Roque de la furia odiosa de Rivas Mira, Vladimir y otros. El poeta se niega, pues no cree que se ejecute la conjura mortal.
Todo relato histórico precisa analizarlo, máximo cuando no entramos en la narración de un protagonista importante, tal la de Eduardo Sancho. Aquí leemos revelaciones cardinales, por ejemplo, como el entendimiento de militares jóvenes con los insurgentes para precipitar el cambio revolucionario. Hay más.
“El Tiempo Latino” cita a Villalobos con esto: Dalton...”creo que fue culpable de nada... hay que decirlo, pero en la parte concreta se configuran cosas... por eso citaba lo de la disciplina... que se tenía en esa etapa y que era muy férrea y que era propio del esquema contestario... y en ese momento una insubordinación, alentar una deserción o una separación, era una falta grave, pero en aquel momento se vio sólo eso, pero lo que había era un debate de tipo político...”.
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